Un tipo de cliente habitual es aquel que viene a menudo pero no tiene suficiente confianza como para hablar de según qué cosas y se dedica a hacer comentarios chorras y obvios, como por ejemplo:
-¿Qué, trabajando un poquito, no?-
Pues no, hijo, mira, en estos momentos estoy en el cine viendo una peli, no te jode ¡claro que estoy trabajando! ¿¡Por qué otra razón crees tu que podría estar aquí, nadando entre vapores aceitosos, sudando como un cerdo!?
-¡Qué calor que hace! (en verano)
-¡Uy, que frrrrio! (en invierno)
A ver, entendámonos. Lo más normal del mundo es que en verano haga calor y en invierno haga frio. Por lo demás, nos importa bien poco el calor o el frío que tengan los susodichos clientes, puesto que no son más que eso, alguien que viene, pide, suelta el comentario -al que tu tienes que contestar, por supuesto "si que es verdad" como si no te hubieras dado cuenta antes de este hecho- y se queda tan pancho, convencido que su verborrea es digna de competir con V.
Despues está el ciego, y este es más común de lo que pueda llegar a parecer. Situémonos. Piden patatas fritas, una ración. Lleno la freidora, bajo la cesta, las patatas se frien, las saco de la freidora, las pongo en el bol que usamos para servir, las salo y me preguntan:
-Perdona, ¿estan calientes?
Pues mira, no, las he frito con el aceite frío... ¿Quieres meter la mano dentro para comprobarlo?
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