jueves, 12 de julio de 2007

EL LOCO ¿DE LA COLINA?

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De todos los clientes que tenemos quizá los que dan más mal rollo son los pirados, que hay unos cuantos, y de entre todos ellos hay uno que se lleva el premio del perro verde al más majara de todos. Cuando hablo de loco, no me refiero a alguien un poquito pasado de rosca, sino a alguien con verdaderos problemas mentales. El susodicho es esquizofrénico y mientras se medica es como cualquier otra persona, ni más ni menos, pero las temporadas que le da por no tomarse las pastillitas...

El primer día que le vi yo ya llevaba tiempo trabajando en esta empresa y ya estaba de encargada. Las chicas con las que trabajaba en ese momento éramos más amigas que compañeras de trabajo, y estábamos todo el día gastándonos bromas y haciendo coña con cualquier tontería. ¿Que pasaba una mosca volando? Nos reíamos. ¿Que se quemaba el pan en el horno? Pues también nos reíamos.

La cuestión es que era un fin de semana -sábado o domingo, no recuerdo- cuando apareció. Alto, bastante bien vestido, con gafas de concha... todo normal, mas o menos, excepto por su mirada extraviada, nerviosa. Miraba a un lado y a otro sin parar, como si no se fiara de los que estaban a su alrededor, en la cola. Cuando le tocó el turno se dirigió a una de mis compañeras y le dijo:

-Hola, veras. ¿me permites que te robe unas patatas fritas?

A mi compañera, coñona ella, le dio un ataque de risa.

-¡Si, hombre!- le dijo mientras se partía el culo.- ¿Y no quieres nada más?

El chico, lejos de enfadarse, sonrió y empezó a mirarme a mi, que estaba un par de metros separada del mostrador, y empezó a mirarnos, primero a una y después a otra, mientras intentaba explicarse.

-Es que soy esquizofrénico, ¿sabes? y oigo voces. Cuando me tomo las pastillas dejo de oírlas, pero llevo días que no me las tomo y ahora mismo las estoy oyendo, y me están diciendo que tengo que robar unas patatas, pero yo no quiero, ¿sabes? pero tengo que hacerlo para que se callen, por eso digo que si tu me las das, yo hago como que las robo, las voces se callan y mañana vengo y te las pago.

Al final se las dimos porque el muchacho fue muy educado, y efectivamente al día siguiente vino y las pago, además de pedirnos disculpas por si nos había asustado.

Parece increíble, ¿verdad? Pues os aseguro que es bien cierto.

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