jueves, 10 de julio de 2008

bye bye, my little cat

Escribi esto el día cuatro, aunque no he tenido suficientes ganas de publicarlo hasta hoy.




Conocí a Estela hace aproximadamente 8 años; la habían expulsado de lo que había sido su hogar durante los 6 primeros meses de su vida a causa de su primer celo y vagaba por la calle, escondiéndose debajo de los coches, muerta de hambre y desconfianza hacia esos humanos que la habían traicionado.


Empecé a darle de comer. Cada vez que salia de casa, llevaba en los bolsillos un par de servilletas de papel llenas de pienso para gatos y se las echaba debajo de los coches para que comiera. Ella me miraba con sus enormes ojos y me daba las gracias con un miau.

Poco a poco, nuestra relación fue afianzándose. Avida de una mano cariñosa que rascase su lomo y su barbilla -nunca soportó que le tocasen la barriga- permitió el acercamiento con esa indiferencia innata que tienen los gatos.

Me hubiera gustado, ya entonces, subirla a mi casa, pero teniamos ocho felinos ronroneantes ocupado ocupando nuestro sofa y no queriamos mas.

Pasaron los meses y se quedó preñada. Parió en el parking donde guardabamos el coche, tres hermosos cachorros vivos -dos hembras y un macho- y uno muerto que se le quedó atascado y tuve que sacarlo yo. Los pusimos en una cajita y los levamos al huerto de mi padre -le llamo huerto por calificarlo de alguna manera, pero era, y es, un trozo de tierra llena de hierbajos con un algarrobo y una caseta para guardar herramientas-. Estuvieron alli unos meses hasta que mi padre se hartó y los hechó fuera asustandolos -ese ha sido mi padre, un saco de perpetua mala leche-. No pude encontrar las dos hembras, pero al macho -se llama Chito- sí, y, harta de pelear contra el inefable destino, me rendi y los subi a mi casa.

Ayer, ocho años despues, me vi en la dolorosa obligacion de llevarla al veterinario para que la durmieran para siempre.

En abril tuvieron que operarla por unos tumores que le habian salido en las tetillas. Todo fue bien, pero hace un mes adelgazó repentinamente: de un dia para otro se quedo en loshuesos. Le encontraron un tumor en el higado.

Hemos tenido un mes para despedirnos de ella, un mes para mimarla, quererla y dejar que me abrazara, poniendo sus patitas alrededor de mi cuello y su hocico en mi barbilla, acurrucandose en mi pecho -¡Dios, que poquito pesaba ya!-

Anteayer por la noche tuvo el bajón que todos esperabamos, y ayer la llevamos al veterinario. Le dimos el ultimo adios con los ojos anegados de lagrimas, no teniendo valor para quedarnos a verla morir. ¿Se sintio abandonada en el ultimo instante de su vida? Espero que no, porque mi alma estaba con ella y tambien mi corazon. Y siempre, siempre, estará viva en mi memoria.

5 comentarios:

Anthony de Hentzau dijo...

Ánimos en este duro momento.

Cuidate.

malatesta dijo...

Lo siento, fastfood. Creo que todos los que amamos a los animales hemos pasado por alguna experiencia parecida.
En esos momentos uno se pregunta si es buena idea tener mascotas, si luego se sufre tanto. La respuesta, no lo dudes, es sí.

Un abrazo.

india dijo...

Un besote de ánimo, Fastfood,... es jodido sentirse así,pero sabes que es por el cariño que das y te dan,...besos.

Marta dijo...

Ánimo guapísima. Puedes estar tranquila porque que mientras estuvo contigo no pudo tener mejor vida. Le diste todo cuanto pudiste.

Debe ser duro tener que sacrificar a un animal al que has querido tanto pero es lo mejor que has podido hacer, por ella y para que no sufriera. No debe quedarte ningún remordimiento ni pensar que se sintiese abandonada porque no lo has hecho en ningún momento.

Un besazo.

india dijo...

Vine otra vez para traerte un detallito y mostrarte con él cómo te entiendo y mi apoyo,...pero es que no lo pude mover!!!vas a tener que recogerlo tú,lo siento!
Besos enormes,abrazos inmensos,y mucho ánimo...pero siente!aunque sea un pellizco en lo más hondo,...siente,que es una manera más de quererla.